Alma Editorial

Cuidar de otros, un acto de valentía

Cuidar de otros, un acto de valentía
julio 2019 Paola Albert
Categoría: De lo Privado a lo Público

Cuidar implica dejar de lado lo propio para encargarse de lo necesario, la palabra viene del latín Cogitare (cogitus) que significa pensar, cuando cuidamos de otros lo importante no es únicamente la acción, sino la actitud, ya que quien demanda cuidados está en una situación de vulnerabilidad. De acuerdo a la ONU (Organización de las Naciones Unidas), los cuidados son un derecho humano y por tanto, la capacidad de cuidar de otros debe contenerse de manera física, intelectual, moral y social, además de económicamente.

De acuerdo a los lineamientos de esta misma organización, requieren cuidados niñas, niños, jóvenes, enfermos, personas mayores y personas con alguna discapacidad, mientras que quienes tienen las aptitudes idóneas para cuidar de alguien son los adultos sin enfermedades ni discapacidades.

El ser humano a lo largo de su vida tenderá a adaptarse a distintas posiciones que requieren diferentes acercamientos de él hacia la realidad, su proceso de adaptación influirá en las aptitudes que desarrolle para actuar socialmente; una de las experiencias decisivas en dicho proceso será la capacidad de cuidar de sí y el cuidar del otro, lo cual es un proceso de aprendizaje continuo que manifiesta diversas actitudes humanas favorables como la toma de decisiones, la madurez, el respeto, la autoestima, la responsabilidad e incluso el amor; es decir, comportamientos propicios para nuestra salud y la de los otros.

Históricamente son las mujeres quienes se han dado a la tarea de proveer de cuidados a quienes los necesitan, aunado al trabajo doméstico encontramos los cuidados específicos que deben brindarse a los más desprotegidos del hogar. Niños, ancianos y enfermos dependen generalmente de una mujer, siendo ellas quienes aportan significativamente al bienestar de las familias, de la sociedad en general y a la economía de los países a través del trabajo no remunerado que realizan. En este ámbito, las desigualdades entre hombres y mujeres hacen necesaria una revisión de los estatutos públicos, estatales, institucionales, pero sobre todo un urgente ejercicio de conciencia entre los individuos, en nuestra manera cotidiana de pertenecer y contribuir, así como ejercer nuestros derechos.

De acuerdo a datos de la Encuesta Laboral y de Correspondencia Social (ELCOS, 2012) el 70% de esta labor de cuidados en la Ciudad de México es ejercida por mujeres, mientras que los varones lo hacen solamente en un 30%, destacando que la mayoría de este trabajo no está remunerado. Esto permite afirmar que el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado es como un impuesto invisible que se aplica de manera desproporcionada a las mujeres. Según la Encuesta Nacional de Uso de Tiempo (ENUT, 2014) en la Ciudad de México las mujeres destinan 39 horas a la semana a este tipo de labor mientras que los varones 15 horas. *(ILSB, A.C.)

Si tomamos en cuenta que la mayoría de las personas a cargo de los cuidados no tienen una preparación especial, resulta lógica la existencia de sentimientos negativos que acompañan las emociones de quienes ejercen los cuidados, como frustración (73%), irritabilidad (61%), depresión (57%), soledad (35%) y culpabilidad (30%), así como cambios en la salud que van desde dolores de espalda, insomnio y otros más derivados de situaciones de estrés, aunado claro está, a la falta de reconocimiento social.

Resulta urgente tratar el tema como un acto de democracia y no de filantropía, el primer paso es mirar las actividades domésticas y los cuidados desde un mismo enfoque que de lugar a la integración plena e igualitaria de las mujeres en el ejercicio de su autonomía, integrando a los varones al trabajo doméstico y de cuidados. Las mujeres han conseguido abrirse espacios en la cultura, el deporte, las artes, la política y la participación comunitaria, mientras que los hombres no han logrado reconocerse aún en los quehaceres domésticos, finalmente esto da ocasión a las dobles y triples jornadas laborales que desempeñan mujeres y niñas. Es decir, las mujeres producen el tiempo libre que los hombres necesitan para participar en la vida política y pública y la toma de decisiones. Citamos aquí a Marta Ferreyra, especialista en género,

“… compartir las responsabilidades de cuidado y atención de seres que así lo requieren, porque eso, lejos de ser una debilidad, es lo que nos devuelve la mejor imagen de lo que podemos ser como sociedad”

No es por naturaleza que la mujer lleva a cabo las tareas domésticas, por tanto, es urgente reflexionar sobre los preceptos de género culturalmente aceptados, transformar estos mandatos culturales para comprender que es influencia sociocultural y no biología irreversible o una función natural que atañe solo a las mujeres por desprenderse de su fisiología procreativa. La biología y las identidades sociales deben separarse cada una en su lugar, sólo con un cambio de mentalidad podemos generar una transformación.

Desde lo privado hacia lo público, de los hogares a los políticas estatales, quienes hasta ahora, no han visualizado estas grandes dificultades como problema público, como una necesidad urgente de incentivar la igualdad de género desde las políticas laborales. Propone Marta Lamas,

“transformar los mandatos de masculinidad y feminidad para establecer relaciones más equitativas, creando la posibilidad de relaciones humanas justas, hasta ahora insospechadas”

Replanteemos las actividades en casa, hablemos de nuestros sentimientos e inquietudes, dejemos de lado los estereotipos culturales y de mercado, rompamos con los prejuicios masculinos de proveer sin quejarse y los femeninos de naturaleza maternal, confiemos en que un mundo más equitativo y justo para todos es posible.

Notas

Agradecemos al Instituto de Liderazgo Simone de Beaouvoir, A.C. y en especial a la Subdirectora Valentina Zendejas quién ha puesto sobre la mesa de discusión el tema sobre la importancia de conciliar el cuidado con corresponsabilidad, trasladándolo del ámbito familiar al público.

Referencias

BARRAGAN Lucía y ZENDEJAS Valentina (2015) El impuesto oculto que pagamos las mujeres. Animal Político.

GUEVARA B., ZAMBRANO de Guerrero, A. y EVIES, A. 1. Cosmovisión en el cuidar de sí y cuidar del otro. Enfermería Global. 10, 1 (1). DOI

MENDOZA Christian Aurora y ANDION Ximena. Hacia un sistema de cuidados para la Ciudad de México. Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir, A. C.

URRUTIA Elena (1976) Del trabajo invisible al trabajo visible. FEM Publicación Feminista Trimestral, (Volumen I, número 1), Nueva Cultura Feminista S.C

El trabajo de cuidados: una cuestión de derechos humanos y políticas públicas (2018), ONU Mujeres, México.